Cuando en esta ocasión nos hemos vuelto a plantear lo de retomar nuestros viajes en bicicleta nuevamente recuperamos los sobados argumentos positivos de siempre, que es un ejercicio sano que nos sirve para combatir el sobrepeso que vamos almacenando, que es un desplazamiento barato y ecológico, que es una forma bonita de conocer otros territorios, que nos permite movernos sin prisas o que la bici no genera ruidos molestos. Son razones ciertas y sobradamente demostradas pero la verdad es que hacemos estos paseos en bici por Europa porque nos sirve para pasar unos días en compañía de buenos amigos y porque nos lo pasamos bien.
No se trata de aventuras fabulosas ni de grandes retos deportivos, no pretendemos batir ningún récord, lo que intentamos es desconectar de la rutina cotidiana y disfrutar del camino y del sentir colectivo. Es lo que nos gusta.
Tras el paréntesis al que nos obligó el impertinente coronavirus, este año hemos decidido volver a las andadas y desentumecer los oxidados músculos bicicliteriles invirtiendo unos días pedaleando durante el mes de junio para seguir parcialmente el recorrido de la Línea Maginot desde Suiza hasta Luxemburgo. Otra vez nos moveremos por las inmediaciones del Rin, ese río amigo que nos va a acompañar en parte del camino y con el que ya hemos coincidido en varias ocasiones.
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